Cuando hemos desarrollado un estilo de comunicación asertivo y sabemos lo importantes que son nuestras emociones, como sistema de alerta de que hay una necesidad o una expectativa nuestra que no está siendo cubierta (y después de tomar aire, tras el nudo en el estómago sentido) tal vez seamos capaces de expresar nuestras emociones y necesidades de una forma competente. Por ejemplo: “cuando dices que…soy muy egoísta, me siento…decepcionada…porque me gustaría que…valoraras todas las cosas que hago por ti.”
Esta es una forma de comunicación que nos libera de la culpa (ni la asumo, ni se la echo al otro), asumiendo la responsabilidad de mis actuaciones y de mis sentimientos y conectándome con mis necesidades. Es una forma de comunicación que nos hace más grandes, porque nos permite expandirnos, estar en contacto con nuestros sentimientos y necesidades y permitiendo al otro que se exprese desde ahí. Pasamos de ser esclavos de nuestras emociones a que éstas sean una fuente de conexión con nosotros mismos.
Detectando emociones
Para llegar a este tipo de comunicación es necesario estar alerta a nuestros propios sentimientos ¿Cuál es realmente el sentimiento que tengo ahora? ¿Ira, decepción, tristeza, frustración? Ponerle nombre y usarlo como luz para iluminar mi conciencia y descubrir cuál es la necesidad mía no cubierta de la que me está alertando. (Necesito qué…¿me valore, me respete, me atienda, me demuestre amor?…) No estamos educados para atender a nuestras necesidades, con frecuencia esperamos que los demás las “adivinen” y las cubran. Pero si no las valoramos es muy probable que los demás tampoco lo hagan.
También puedo usar la luz de mi conciencia para iluminar cual es el sentimiento o necesidad de la otra persona, que está oculto en su mensaje negativo.
Cuando presto atención a lo que el otro necesita y no a lo que piensa de mí, abro un campo realmente nuevo en la comunicación, directamente desde el corazón. Desde ahí es probable que incluso no llegue a sentir ese “puñetazo” en la boca del estómago. Si logro poner el foco en la otra persona, en vez de en mí mismo, llegaré a darme cuenta de que esas palabras esconden una petición desesperada de ayuda para cubrir sus necesidades no cubiertas.
¿Necesita que comparta más cosas con él? ¿Necesita que reconozca sus esfuerzos? ¿Se siente rechazado?
Si soy capaz de estar presente en ese momento, conectando con sus sentimientos y necesidades abriré la puerta a una comunicación profunda y plena, a una expansión en mí y en el otro.
Para ver la primera parte pincha aquí.
Abriré la puerta a un lenguaje de vida.
Carmen Cruz, Psicóloga Coach
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