Para familiarizarnos con la inteligencia emocional, uno de los primeros términos que debemos tener en cuenta es el de autoconciencia emocional, ya que sin ella seremos incapaces de reconocer y regular nuestras propias emociones.
La autoconciencia emocional se trata de la capacidad de reconocer el modo en que éstas afectan al comportamiento.
Por ello, las personas dotadas de esta competencia:
- Conocen que tipo de emociones están sintiendo y por qué.
- Comprenden cómo las emociones influyen en sus pensamientos, sus palabras y sus acciones.
- Conocen el modo en que sus sentimientos afectan a su rendimiento intelectual y laboral.
- Son conscientes de sus valores y objetivos.
Pero, ¿cómo saber si somos conscientes o no emocionalmente? Bien, para ello, Claude Steiner diseño una escala donde analizaba los distintos comportamientos en el asunto.

El primer punto de partida es el embotamiento emocional. En este punto la persona parece no sentir nada, no tener reacciones emocionales ante un acontecimiento específico. Los demás pueden percibir algo, pero sólo a través de lo fisiológico. Si la persona está experimentando un estado de ansiedad posiblemente gesticulará, sudará o estará pálida o por el contrario estará congestionada y asegurará no sentir nada.
A este le siguen las sensaciones físicas:la persona si nota sus reacciones corporales a la emoción , pero no la emoción, y por tanto no lo asocia con ninguna concreta. Esta etapa y la anterior pueden provocar daño emocional a otros, ya que como no se percibe la propia emoción, la reacción no es consecuente.
En tercer lugar, se encuentra el caos emocional, donde las emociones se vuelven conscientes para quien las percibe, pero se experimentan sólo cómo un alto nivel de energía negativa que ni se comprende ni se puede expresar con palabras.
A continuación, la diferenciación, momento en el que la persona es consciente de las emociones básicas en su intensidad. Ante un acontecimiento positivo o un golpe de suerte, lo expresará su estado de ánimo con claridad: “estoy muy contenta” o “me siento feliz”.
Posteriormente, llega la fase de causalidad: se comprenden las causas de las emociones y los acontecimientos que las encadenan. “Estoy muy contenta porque he recibido el reconocimiento por un trabajo bien hecho”.
Y entonces llega la empatía, ya que sólo cuando las persona pasa por las fases de diferenciación y causalidad será capaz de abrirse a los demás y comprenderlos.
Por último la fase de interactividad: a las fases anteriores se añade la capacidad de intuir cómo interactúan las emociones en la relación con los demás y en la propia persona.
Los motivos para estar en uno u otro punto de la escala pueden ser múltiples, incluso es posible que en un mismo día nos encontremos en diferentes etapas como consecuencia de cosas tan diversas como el volumen de trabajo, la climatología, el estado físico o anímico.
Además, queríamos mostraros los distintos tipos de emocione para que os sea más fácil reconocerlas.
En primer lugar, nos gustaría recalcar que no existen emociones buenas o malas, positivas o negativas, sino que todas ellas cumplen una función adaptativa por lo que es importante reconocerlas para saber qué función están cumpliendo. Existen muchas emociones pero todas ellas se derivan de las 6 básicas que describimos a continuación:
1. Miedo: Anticipación de una amenaza o peligro que produce la ansiedad, incertidumbre y seguridad. La sangre va a los músculos esqueléticos, en especial en las piernas, para facilitar la huida. El organismo se pone en un estado de alerta general. Su principal función adaptativa es la protección.
2. Sorpresa: Sobresalto, asombro, desconcierto. El levantar las cejas permite un mayor alcance visual y mayor iluminación en la retina. Su principal función adaptativa es la exploración.
3. Asco: Aversión, disgusto y rechazo. Se caracteriza por la aparición de un descenso y unión de las cejas, elevación de mejillas, reducción acentuada de la abertura de los párpados, frunce de nariz y elevación de la barbilla. Intento primordial por bloquear las fosas nasales para evitar un olor nocivo o escupir un alimento perjudicial. Su principal función adaptativa es el rechazo.
4. Ira: Rabia, enojo, resentimiento, furia, irritabilidad. Se manifiesta con la elevación de la parte superior de las cejas, la elevación de los párpados inferiores a la vez que se reduce su abertura. La barbilla también se levanta y los labios se tensan. Su principal función adaptativa es la autodefensa.
5. Alegría: Diversión, euforia, gratificación, contento, da una sensación de bienestar, de seguridad. Se levantan las mejillas, se desplaza la comisura de los labios hacia atrás y hacia arriba y se entrecierran los ojos. Su principal función adaptativa es la afiliación.
6. Tristeza: Pena, soledad y pesimismo. Eleva la parte interior de las cejas, las comisuras de los labios descienden, incluso llegando a estar temblorosos, y se eleva la barbilla. Su principal función adaptativa es la reintegración.
¡Esperamos que con nuestra ayuda hoy hayáis conseguido ser un poco más conscientes emocionalmente!